Tecpan,- Rogelio Roel Bahena toma el azadón y comienza a
preparar la mezcla con la que hará el millar de tabiques que pidió un cliente
por la mañana, después de vaciar el agua en el montículo de arena, tramado y
barro rojo.
Aunque han surgido otros materiales como el tabicón o la
tabla roca, el trabajador asegura que la venta de ladrillos, como también se
les llama, sigue siendo buena, pero cada vez son menos los que instalan
talleres para elaborar esos productos.
Además de ladrillo, en el taller ubicado en la colonia Jesús
María de Tecpan, propiedad de Rubén Rosas, donde ha trabajado Rogelio por más
de 20 años, se hacen también baldosas, brocales y tejas, productos que siguen
dentro del gusto de la gente, principalmente de la de clase media alta y baja,
para hacer los techos de sus casas, así como muros y pisos, “ya que los de
clase más arriba prefieren las losetas, el tabicón o las construcciones con
concreto y tabla roca”.
Víctor Mendoza Riqueño es el ayudante de Rogelio. Él, aunque
aún no aprende a hacer la mezcla y poner el material en los moldes, se dedica a
acomodar los ladrillos en el terreno del taller para que se asoleen antes de
meterlos al horno para cocerlos.
Diariamente, según dijo, acomoda más de mil ladrillos para
secarlos con los rayos del sol, lo que lleva de uno y medio a dos días, según
esté el clima, y después pasan al horno donde son cocidos con el fuego que
produce la quema de bonotes de coco, para que queden listos y entregarlos a los
clientes.
Como ya iniciaron las lluvias, el precio del ladrillo se
incrementa a 3.50, y cuando es tiempo de secas se da a 2.50 o 3 pesos, ya que
el agua reduce el tiempo de secado de cada pieza y por eso el precio de eleva,
explicó Víctor mientras inicia con el volteado de cada ladrillo que está en el
suelo.
Su sueldo es de 250 pesos diarios, 50 menos que el de
Rogelio. Los dos aseguran que se trata de un trabajo que les gusta y por el que
obtienen buenas ganancias, sin embargo lamentaron el hecho de que a pesar de
que es un buen negocio porque es buena la venta de esos objetos, sólo existan
dos talleres dentro de la cabecera municipal de Tecpan; el de don Rubén es el
más antiguo con más de 50 años.
La jornada de trabajo inicia a las 6 de la mañana, “que es
cuando el sol está frio” y finaliza a las 6 de la tarde. “Aquí almorzamos,
comemos y en ocasiones cenamos”, bromeó Víctor, mientras seca el sudor de su
frente y recibe el otro montón que Rogelio acaba de hacer para ponerlo a secar.
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